Con la edición de la primera parte de la saga de Keeper Of The Seven Keys, casi que podríamos decir que nacía el power metal.
Lo alemanes ya habían mostrado las uñas con el fantástico Walls Of Jericho un par de años antes, pero con este disco no solo redoblaron la apuesta, sino que hicieron un culto a la melodía de la mano de un pletórico Kai Hansen , a la postre, el verdadero cerebro de esta soberbia maquinaria sonora, algo que quedaría demostrado claramente una vez que el guitarrista diera un paso al costado de las calabazas, para llevarse sus musas a Gamma Ray.
Por otra parte, la llegada de Michael Kiske, de apenas 18 años, definitivamente eleva al disco a un nivel superior. Sin dudas estábamos ante una voz distinta e inmejorable.
En un principio la idea de Keeper, era lanzar un disco doble, pero Noise Records ganó la pulseada y terminaron siendo editado por separado.
Tanto este, como su sucesor, son sin dudas esos clásicos atemporales que hacen que uno sienta orgullo de haber elegido estos sonidos para acompañarnos en este derrotero de la vida.
La locura épica de I´m Alive , el frenesí de A Little Time, la cabalgata maidenesca de Twilight Of The Gods, la sencillez de Future World, la armonía de A Tale That Wasn´t Right, son el perfecto preludio para ese majestuoso, opulento y maravilloso final de Halloween, donde a lo largo de escasos (?) la banda despliega una verdadera epopeya sonora.
El verdadero ADN del cual bandas como Stratovarius, Blind Guardian, Scanner, Viper, Edguy, entre otras mamarían sonidos poderosos, grandilocuentes pero carentes de la magia que los germanos supieron dotar a un estilo aún en ciernes en aquel 1987, . Así y todo, lo mejor estaba por venir porque la segunda parte, sería una versión mejorada de esta perfección, llamada Keeper Of The Seven Keys.
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