Cuando se rompió el vínculo entre Ozzy y Black Sabbath luego de la edición del discreto Never Say Die, la incertidumbre se hizo cargo del futuro de ambos. Los constantes tropezones e idas y vueltas entre el cantante y la banda lleveba un par de años largos y como consecuencia el resultado final a la hora de crear no era el mismo que al comienzo.
Afortunadamente el escepticismo de disiparía cuando tanto Iommi como Osbourne mostrarían dos cartas de triunfo para emerger con fuerza y volver a posicionarse en el espectro del rock duro, una vez más.
La llegada de Dio a Sabbath, no solo recuperó la parte de la mística perdida sino que gestó una de esas obras atemporales del género como Heaven And Hell, pero en el caso del Principe de las Tinieblas, la movida tuvo que ver con Randy Rhoads el guitarrista que llegó cuando comenzó a engendrar su propio proyecto.
Un año antes, con el mítico Blizzard Of Ozz, Ozzy comenzó a recuperar el terreno perdido con un fantástico disco debut que lo volvió a situar en un lugar de privilegio.
Eran tiempos de la gestación de la New Wave Of British Heavy Metal, y los sonidos proveniente de los Marshall empezaban a ganar un espacio importante, ya no solo con el público sino con la critica también.
Ozzy sabía que el paso firme que había significado ese debut, tenía que ser consecuente con lo que vendría, y no estaba dispuesto a perder la oportunidad.
Diary Of The Madman es la confirmación que estábamos ante un guitarrista que había llegado para quedarse, y vaya si lo logró, aún cuando sin saberlo, este disco de transformaría en su epitafio.
Yendo a lo estrictamente musical no existen grandes diferencias entre este disco y su predecesor, pero sin dudas estamos ante la reafirmación de todo lo bueno que tenía Blizzard Of Ozz.
Todo suena más compacto, más maduro, y sin dudas es Randy el que eleva a Diary casi como un objeto de culto, gracias a un desempeño sencillamente inolvidable a lo largo de todo el plástico.
El aire clásico y hasta barroco que arropan las melodías de canciones como You Can´t Kill Rock And Roll o la que bautiza el disco son casi una especie de carta credencial de un músico distinto.
El aire clásico y hasta barroco que arropan las melodías de canciones como You Can´t Kill Rock And Roll o la que bautiza el disco son casi una especie de carta credencial de un músico distinto.
Y si bien es Rhoads quién se lleva la gloria, también es justo reconocer a la monolítica base que supieron conformar Lee Kerslake y Bob Daisley, sin la cual nada podría sonar tan contundente, tan pesado, tan propiamente Osbourne. Ambos músicos fueron despedidos después de la grabación del álbum y reemplazados por Rudy Sarzo y Tommy Aldrige quienes aparecen en la portada interior y en los créditos sin haber formado parte de la grabación.
Otra de las virtudes de este fugaz proyecto es el haber delegado una serie de clásicos que a otros les hubiera llevado años. Hoy a casi 35 años de su lanzamiento, no dudaría en afirmar que los verdaderos clásicos de Mr. Madman de su prolífica carrera como solista están en sus dos primeros trabajos. Todo lo que vino después siempre quedó un par de escalones por debajo de lo que esos discos nos legaron.
Over The Mountain, Flying High Again, S.A.T.O, la bellisima Tonight, donde Randy despliega desde sus cuerdas lo mejor de su performance, redondean un disco que desde lo musical, y en especial lo sentimental atento lo sucedido con el guitarrista, se transforma en un clásico ineludible de la música que nos identifica.
La tragedia y el destino le jugarían una mala pasada al amigo Ozzy, cuando el 19 de Marzo de 1982, en plena etapa de reconocimiento y mientras giraban presentando Diary, Randy Rhoads muere en un accidente de aviación.
Una vez más, el cantante se ve obligado a volver a encaminar su carrera y poco a poco volvería a emerger y consolidarse definitivamente.
A pesar de todo, la magia que supo encandilarnos en aquellos lejanos albores de los 80´s. es irrepetible.
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